jueves, 31 de marzo de 2011

Mi país del miedo

Parece fácil describir lo que sería mi país del miedo, pero no lo es; porque al menos yo intento describirlo exactamente con todos los detalles que tendría.
Es difícil escribir esto, porque es una puerta abierta hacia mi persona para todos aquellos que lean esto, personas que me conozcan o no, personas que me aprecien o que me odien.

Mi país del miedo…
El tiempo pasa mucho más lento de lo normal, no corre, el reloj no avanza. A veces va hacia atrás, veo como la aguja del segundero se ríe de mí al observar mi desesperación.

Duele cada paso porque no sabes qué es lo que te espera detrás de cada zancada que das en la calle o en tu vida.

Las calles son oscuras, en penumbra, las farolas están totalmente destrozadas, los callejones oscuros abundan en todas las direcciones y no soy capaz de atravesarlos, no sin ayuda o sin compañía. Aún así dudo de mi valor para atravesarlos.

El cielo está siempre oscuro, nunca amanece, nunca se ve el sol en este país, nunca hace calor, pero tampoco hace frío, es una temperatura que te ahoga, un ambiente con mucha humedad, pero a la vez seco; como si faltara el oxígeno.

Tal vez es así porque el cielo el aire está totalmente contaminado, hay neblina en ciertos callejones; tal vez los que guardan mis temores más recónditos.

Las personas no son amables, siempre están dispuestas a hacer daño, a atacar en el momento de debilidad de mi persona; no existe mi familia, no existe mi chica, no existe nadie a quien poder aferrarme o pedir ayuda. Soy el único habitante de este país que se encuentra totalmente solo en él.

Siempre hay peleas y robos en las calles, las personas no se respetan y eso más que miedo crea en mí una grandísima pena.
Los edificios son antiguos, las puertas chirrían, los cristales están totalmente rotos, las persianas cuelgan de los balcones, se oyen voces de los bloques próximos y no precisamente tranquilas, voces desgarradoras, de amenazas, de dolor, de sufrimiento…
Me asusta mucho que puedan robarme en la calle, que vengan una pandilla de personas a robarme y me apunten con una pistola o empuñen un arma blanca.
No me asusta pelearme cuerpo a cuerpo, dependiendo de la cantidad de individuos que se sumen en mi contra, ahí si empieza mi miedo de nuevo.
No me gusta mirar a la gente a los ojos, no a aquellos que con sus ojos buscan desgarrarme por dentro, destruirme, sentirse superiores a mí solo por mantenerme la mirada dos segundos más que yo a él; las miradas de guerra, que matan sin hacer daño, que avisan, que asustan.

No existe sociedad, no hay leyes, es una anarquía sin control y sin objetivo.
He perdido todo lo que tenía, casa, familia, amigos… todo, ya no me queda nada, ni siquiera tengo música… ¡Cuánto añoro la música! Me calmaba en esos momentos de histeria, de miedo, de incertidumbre… y ahora tampoco está… me ha abandonado como todas las demás cosas que tenía, se fueron sin avisar y sin dar una razón coherente; simplemente se desmaterializaron, se fundieron con el aire.

Me da pánico caminar sin saber si tengo o no a alguien detrás, esperando para atestarme el último golpe mortal de necesidad… aunque a veces soy yo el que pide ese golpe y lo espera impaciente para terminar con este miedo que recorre mi cuerpo los 60 segundos de cada minuto, los 60 minutos de cada hora, las 24 horas del día, los 7 días a la semana, los 31 días al mes, los 365 días del año…

Me aterra también celebrar La Navidad solo, sin la compañía de los míos, de mis seres queridos; celebrar mi cumpleaños y tener que ir yo a comprar un pastel, a comprar mis propias velas y tener que encenderlas yo solo y cantarme a mí mismo esa canción que siempre me ha hecho que me hormiguee el estómago.

Pero lo que más me asusta es la forma en que necesito a la gente que echo en falta…
Lo que más me asusta es pensar que puedo volverme como la gente que hay ahí fuera, en estas calles de penumbra, bajo este cielo oscuro y sobre este suelo maldito.
Volverme una marioneta más, como ellos, dejar de ser lo que soy, dejar de ser la persona por la que he tenido que luchar y sufrir tanto para llegar a ser hoy día, para estar hoy aquí, sentado delante de mi ordenador abriéndoos la puerta de mi alma y de mis mayores temores para que cualquiera pueda usarlos en mi contra.
Me aterra que mis enemigos puedan unir sus fuerzas y volver a desgarrarme juntos, no separados como en el pasado, no; juntos, todos a la vez, todos al mismo tiempo…
Me aterra hasta observarme en el espejo, porque no quiero comprobar en lo que me he convertido al estar tan sumamente solo…

Este es mi país del miedo.

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